* El ejercicio de la Independencia y la soberanía nacional ante amenazas internacionales actuales


Un ciudadano con memoria, sentido de responsabilidad histórica y valor intelectual propuso una iniciativa legal de enorme trascendencia: La denuncia de los Tratados de Guadalupe Hidalgo ante Tribunales Internacionales. 

Obra gráfica de Rini Templeton
“Que el enemigo nos venza
y nos robe, si tal es
nuestro destino; pero
nosotros no debemos
legalizar ese atentado,
entregándole voluntariamente
lo que nos exige por
la fuerza.
Si Francia, Estados Unidos
o cualquiera otra nación
se apodera de algún punto
de nuestro territorio, y
por nuestra debilidad no
podemos arrojarlo de él,
dejemos siquiera vivo
nuestro derecho para que
las generaciones que nos
sucedan lo recobren."

Benito Juárez a Matías Romero.


"si el recuerdo de
antiguas hazañas de tus
hijos inflama la mente,
los laureles del triunfo
tu frente volverán
inmortales a ornar."

Himno Nacional Mexicano.

Coyoacán, D.F., a 2 de febrero de 1991.

Sr. Lic. Carlos Salinas de Gortari
Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos
Residencia Oficial de los Pinos
México, D.F.

Fernando Caamaño Uribe; ciudadano mexicano por nacimiento, por mi propio derecho y bajo mi entera responsabilidad; señalando como domicilio para oír notificaciones y recibir sus órdenes en Pacífico 517 Edificio A departamento 302, Colonia La Candelaria, Código Postal 04380 Delegación Coyoacán, D.F.; ante Usted con todo respeto y como mejor proceda, comparezco y expongo lo siguiente:
   Que en uso del derecho que la Constitución General de la República me concede en su Artículo 80, le solicito:

PRIMERO.- Que en ejercicio de las facultades de que se encuentra Usted investido para iniciar reformas tanto a las leyes como a la propia Constitución, promueva Usted la revisión y reforma del Artículo 43 de nuestra Constitución Política, que se refiere a los límites, extensión y fronteras del territorio nacional, con el objeto de que se reincorporen en su texto los territorios ocupados ilegal y villanamente por los Estados Unidos de Norteamérica, paulatinamente desde 1836 hasta 1848 y hasta la fecha; tanto los expresamente mencionados en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, como todas las islas situadas frente a las costas de California y de Tejas y que los norteamericanos ocupan en forma igualmente ilegal.
   En virtud de la mencionada reforma a nuestra Ley Suprema, comenzaremos desde la Patria misma la plena recuperación de la soberanía nacional interrumpida sobre California, Nuevo México y Tejas, en sus dimensiones originales (antes del Tratado de Guadalupe Hidalgo), y por tanto, revalidaremos nuestros derechos sobre las partes sustraídas en sus primitivas extensiones.

SEGUNDO.- Que con el objeto de incorporar a las enormes mayorías populares en edad escolar (por ser nuestro país una nación de niños y de jóvenes, y en seguimiento jurídico, político, histórico e ideológico de los mandatos contenidos en el Artículo 30 Constitucional, para hacer de la educación un vehículo de fortalecimiento de la conciencia cívica, de la identidad de México y consecuentemente de la validez y vigencia de nuestros derechos, especialmente sobre los territorios de Alta California, Nuevo México y Tejas), ordene Usted el diseño de programas educativos que de manera inmediata procuren la revisión crítica de las versiones oficiales, tradicionalmente sostenidas, en cuanto a nuestro conflicto con los Estados Unidos de Norteamérica; y sus consecuencias que, por fortuna, son remediables.

TERCERO.- Que en ejercicio de su facultad constitucional como responsable de la conducción de nuestras Relaciones Exteriores, y como consecuencia de la nulidad de que adolece el Tratado de Guadalupe Hidalgo, proceda Usted a través de los mecanismos jurídicos idóneos, a IMPUGNAR OFICIALMENTE ESE TRATADO, haciéndoselo saber por los conductos diplomáticos pertinentes, al Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, -aprovechando el espíritu justiciero del que está haciendo gala el Señor Jorge Bush en el conflicto del Golfo Pérsico al tratar de devolver a sus genuinos propietarios los territorios ocupados de Kuwait, dado que las Naciones Unidas le han dado las atribuciones para ser el custodio de la Libertad y la Justicia y para aplicar los principios de los Derechos Humanos, dado que en su actuación muestra una gran disposición y acometividad para ejercer esos derechos otorgados, es este precisamente el momento histórico coyuntural para presentar una reclamación de esta naturaleza-, planteando dicha denuncia como un acto jurídico y político que resulta de la necesidad de ejercer nuestros derechos (que es una de sus más preciosas obligaciones) y de terminar, con el esquema injusto e ilegítimo que se propició por aquel infame acuerdo "diplomático" arrancado por la violencia y la furia, y así poder iniciar, -rediseñándolas-, nuevas relaciones con nuestro vecino del norte, sobre bases de convivencia equitativa, respetuosa, justa y libre de arbitrariedades, de alevosías, de ventajas, de presiones, de atropellos, abusos y despojos.

CUARTO.- Que siendo México un país con una trayectoria vertical, brillante y destacada por el valiente ejercicio de su política exterior, siempre identificado y comprometido con las mejores causas de la humanidad, y porque el derecho internacional público no ha podido resolver en justicia este conflicto territorial hasta ahora, ni por lo mismo, sus graves consecuencias humanas, que son las más importantes, promueva Usted el planteamiento de nuestras reclamaciones territoriales, en coordinación solidaria y organizada, con aquellos otros países que deseando ajustar sus reivindicaciones territoriales pendientes, estén dispuestos a unir sus esfuerzos con los nuestros sin que ello implique necesariamente comandar un "Club de países despojados o agraviados".

QUINTO.- Que en caso de ser necesario, promueva Usted ante los organismos internacionales existentes, tales como la Organización de las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, el Movimiento de los Países no Alineados, que en virtud de que la Alta California, Nuevo México y Tejas en sus dimensiones originales nos fueron arrancados por la fuerza, y que el derecho internacional condena y prohíbe el uso de la fuerza armada para adquirir territorios por conquista, se reconozca sobre aquéllos, el RÉGIMEN JURÍDICO DE TERRITORIOS OCUPADOS, que permita preservar los derechos humanos de los mexicanos afectados por dicha ilegítima ocupación, y proporcionar un régimen jurídico de transición en el proceso de recuperación plena de nuestra indiscutible soberanía. Que en caso necesario, lance Usted la iniciativa, en nivel internacional, de crear incluso un organismo ad hoc para plantear en bloque las reivindicaciones territoriales de México y de otros países que deseen hacerlo junto a nosotros. (Téngase presente la reivindicación hecha por Israel después de DOS MIL años).

SEXTO.- Que en el contexto de nuestro mayor problema económico: el de la deuda externa de México, ordene Usted a los encargados de nuestra política financiera, que en combinación con el responsable de nuestras relaciones exteriores, en la secretaría del ramo, analicen, estudien y ajusten el monto estimado de las deudas recíprocas existentes entre México y los Estados Unidos, para que, sin que ello implique renuncia de nuestra soberanía, o cesión alguna, podamos considerar entre nuestras alternativas inmediatas, respuestas jurídicas como la excepción de compensación, o indistintamente, el reclamo de los daños y perjuicios ocasionados por el despojo territorial sufrido, por la violencia ejercida sobre nosotros para aceptar y otorgar el Tratado de Guadalupe Hidalgo, e que por lo mismo es nulo, y por la explotación ilegal de nuestros recursos en suelo, subsuelo y así como la de nuestros aguas territoriales de las provincias usurpadas, afectación y conculcación de todos los derechos nacionales en dichos territorios durante tantos años.

SEPTIMO.- Que considerando que somos desgraciadamente vecinos de Estados Unidos, (ya que nosotros somos los que estamos expuestos por la cercanía, al contagio y contaminación de sus "afecciones", promueva Usted el establecimiento de canales permanentes de comunicación y decisión vinculatoria, en materia de asuntos de interés común, tales como derechos humanos de nuestros nacionales, derechos migratorios y de libre tránsito, narcotráfico, salud, inversiones, exportación e importación de productos, aranceles, tarifas y precios, y en fin, todas las cuestiones que integran nuestra compleja convivencia.

Obra gráfica de Rini Templeton
OCTAVO.- Que en todo caso, siguiendo los lineamientos que el Derecho traza a nuestro favor y dentro de la mística de Benito Juárez, se dedique Usted tenaz y valerosamente por encima de todo, a mantener vivo nuestro derecho territorial sobre California, Nuevo México y Tejas en sus extensiones originales (ver en éste blog la página: Mapas y Tratados de la extensión territorial de los Estados Unidos) (aunque ahora tengan esos y otros nombres) iniciando el proceso de reivindicación, para que nos quepa la certeza de que incluso en otra generación, nuestros descendientes recobren nuestra soberanía que injusta e indebidamente ha estado interrumpida desde la caída de Chapultepec, documentada en el oprobioso Tratado de Guadalupe Hidalgo.

NOVENO.- Como consecuencia de las anteriores peticiones, promover de inmediato las gestiones legales necesarias para obtener la reivindicación territorial plena, que corresponde a la declaración de nulidad plena del Tratado de Guadalupe Hidalgo como título posesorio de Estados Unidos para fundar su presencia en nuestro territorio; consecuentemente exigirles su desocupación y entrega pacíficas de aquellas provincias, conservándosenos en ellas toda la infraestructura urbana y rural construida y en proceso de construcción, como parte de una indemnización mayor.

DECIMO.- Siendo necesario que nuestros nacionales afectados en sus derechos políticos desde la ocupación militar norteamericana de la Alta California, Nuevo México y Tejas, puedan reincorporarse a la plenitud de nuestro proceso democrático, promover las medidas necesarias para reincorporar su representación política, a través de la elección de sus representantes legítimos, que vengan a unir sus esfuerzos legislativos en el seno de nuestro Congreso de la Unión, en el cual debe terminar lo más pronto posible la ausencia injusta de nuestros hermanos.

Obra gráfica de Rini Templeton
DECIMO PRIMERO.- Para hacer posible la reincorporación legislativa (por lo pronto) de nuestros conciudadanos a través de su debida representación, por medio del correspondiente proceso electoral, promueva Usted la iniciativa por cuya virtud, nuestros hermanos gocen de la ciudadanía mexicana, jus sanguinis, jus sole; pudiendo hacerse extensivo a quienes, cumpliendo los requisitos establecidos para obtener la nacionalidad y ciudadanía mexicanas, deseen hacerlo conforme a nuestro derecho.
   Fundo esta solicitud en los HECHOS de los que a continuación hago relación sucinta; así como en las consideraciones de DERECHO que se han mencionado, y que adelante también se reafirman, como fundamento y motivaciones de esta atenta solicitud.

HECHOS

PRIMERO.- Como se sabe, los Estados Unidos vieron a México (desde antes de nuestra propia independencia) con intenciones expansionistas; ello los llevó a calcular nuestros recursos “extraordinarios”, y trazaron una estrategia perversa de premeditación a fin de despojarnos de más de medio territorio nacional.

SEGUNDO.- Consecuentes con sus designios, procedieron a llevar a cabo sus planes, en una combinación de actos de expansión concreta, y de voracidad auspiciada, premeditada, establecida, concebida, justificada y consagrada "ideológicamente" en doctrinas agresivas como la del Destino Manifiesto y la de Monroe.

TERCERO.- Sus políticos más prominentes, tales como Jackson, Jefferson, Polk, Buchanan, Pierce y muchos otros, manejaron versiones en el sentido de que Tejas debía pertenecerles. Para ello, se acogieron a nuestras leyes de colonización, a cuyo amparo se introdujeron en este territorio, para después generar un "deseo de independencia" artificial, y posteriormente, no sólo "apoyaron y defendieron la independencia tejana", sino que anexaron a su territorio esa "joven república".

CUARTO.- Jaime Polk, más tarde alegaría para extender los límites y extensión de Tejas que su- territorio llegaba hasta el río Bravo, cuando en realidad terminaba en el Nueces (como frontera interna), y hacia el norte en el río Sabinas (como frontera con Estados unidos). Para ello, alegó sin fundamento que el Tratado de Onís, de 1819, confirmaba su afirmación, sin que las pruebas lo apoyen.

QUINTO.- Por lo anterior, es que las fuerzas militares al mando de Zacarías Taylor, al cruzar el río Nueces y tomar posiciones sobre el río Bravo, motivan la respuesta de nuestro gobierno y de los generales mexicanos en el frente de operaciones, por voz de Francisco Mejía, Pedro de Ampudia, y finalmente por Mariano Arista, que en el campo de Palo Alto hará frente a la agresión ya desencadenada el 18 de mayo de 1846.

Mapa y línea del tiempo de la Invasión Norteamericana a México. Universidad de Indiana.
SEXTO.- Es entonces cuando se suceden las batallas de La Resaca, Monterrey y La Angostura, desde el frente norte; y las batallas por Veracruz (la justamente llamada heroica), Cerro Gordo, y ya en el Valle de México, por Padierna, Churubusco, Molino del Rey y Chapultepec. Batallas, estas cuatro últimas, que determinan la caída del Valle de México hace ciento cuarenta y tres años.

SEPTIMO.- Estando México bajo la presión de las fuerzas militares norteamericanas de tierra, que ocupaban gran parte de los puntos estratégicos de la República, así como sujeto al bloqueo naval de nuestros principales puertos de mar sobre las dos costas; es decir, privado de libertad por una invasión injusta, se nos impone un tratado que SE OTORGA BAJO VIOLENCIA tan determinante, que de no haber mediado la intervención armada, jamás habríamos consentido ni otorgado.

OCTAVO.- De los términos del Tratado de Guadalupe Hidalgo, se desprende que no cesarían las hostilidades ni la ocupación militar ni el bloqueo naval, hasta en tanto, no sólo firmáramos, sino ratificáramos su texto íntegro.

NOVENO.- A PARTIR DE ESE MOMENTO, EL TRATADO COMO ACTO JURÍDICO CONSUMADO EN LA AFECTACIN POR UN INSUPERABLE VICIO DE VIOLENCIA, ADOLECE Y ESTÁ SANCIONADO CON LA NULIDAD ABSOLUTA, DADO QUE CONTRAVIENE DISPOSICIONES IRRENUNCIABLES DE INTERES PÚBLICO E IMPERATIVAS, RESPECTO DE CUYAS VIOLACIONES NO CABE CONVALIDACIÓN POR ACUERDOS POSTERIORES, NI A TRAVÉS DEL TIEMPO POR LA FIGURA DE LA PRESCRIPCIÓN. (Aunque hoy precisamente se cumplan ciento cuarenta y tres años desde aquel aciago 2 de febrero de 1848).

DECIMO.- LA NULIDAD ABSOLUTA DEL TRATADO DE GUADALUPE HIDALGO, alcanza hasta 1991, y alcanzará infinitamente, hasta que se haga valer, y se obtenga de nuestra propia voz en el Derecho, la declaración abierta del vicio y su efecto, ya que una nulidad de pleno derecho no es susceptible de valer ni por confirmación ni por ratificación.

DECIMO PRIMERO.- Dado que la consecuencia natural de la declaración de nulidad es RETROTRAER LOS EFECTOS DEL ACTO VICIADO, hasta el estado que guardaban antes de la violación incurrida, es conducente reclamar en cumplimiento de esa declaración que reclamamos, la restitución física de los territorios despojados para reintegrarlos plenamente a nuestra soberanía, así como exigir la reparación de los incalculables daños y perjuicios sufridos por causa de la perversa conducta norteamericana que dicho tratado compendia, reafirma y desarrolla desde su otorgamiento.
   Aun cuando sepamos que no existe un solo caso en la historia en que el Derecho Territorial de los pueblos débiles (despojados por conquista) haya repuesto a los afectados el ejercicio de sus derechos soberanos plenos, tenemos que plantear esta acción legal, a fin de que sirva de inicio al proceso de la recuperación definitiva.
Obra gráfica de Rini Templeton
CONSIDERACIONES DE DERECHO

Fundo esta demanda en las consideraciones de continuación se mencionan brevemente:

NULIDAD DEL TRATADO DE GUADALUPE HIDALGO:
Dicho Tratado es NULO, por haberse "aceptado", signado y otorgado bajo el signo de la violencia determinante y el amago, toda vez que de no haber existido la invasión militar, México jamás habría celebrado semejante acuerdo.
   En derecho público, sea Constitucional, o Internacional, por tratarse de disposiciones irrenunciables, de interés público e imperativas, se trata de nulidades absolutas.
   Las nulidades absolutas no son convalidables ni por acuerdos posteriores (otros tratados) ni por el transcurso del tiempo (prescripción).
   La declaración de esa nulidad nos compete a nosotros unilateralmente, a través de la impugnación diplomática de dicho Tratado de Guadalupe Hidalgo, que DEBE DENUNCIARSE INMEDIATAMENTE.
   La declaración de nulidad, como ya he dicho, debe retrotraer los efectos del acto viciado, hasta el estado en que las cosas se encontraban antes de su realización. Ello implica la reivindicación física, la restitución de la soberanía en su ejercicio (ya que en su esencia nunca ha cesado) y en la reparación de los daños y perjuicios ocasionados a México por el despojo territorial y todas sus consecuencias.

REFORMA CONSTITUCIONAL:
Es necesario reformar el Artículo 43 de nuestra Constitución Política, para que nuevamente figure en su texto el territorio de la Alta California, Nuevo México y Tejas, definiendo en cada caso sus límites, extensiones o dimensiones originales, así como todas las islas situadas frente a las costas de California y de Tejas. Esa reforma constituye un acto soberano al que tenemos justo título tanto jurídico como político e histórico.

REFORMA EDUCATIVA:
Debemos revisar la versión tradicionalmente difundida sobre este conflicto entre México y los Estados Unidos, tanto en sus antecedentes, como en su desarrollo y resultados. Esta revisión crítica debe poner de manifiesto la vigencia de nuestro derecho, así como motivar la disposición de los estudiantes mexicanos, en la vocación decidida de hacerlos valer, conjurar en ellos con el ejemplo de Usted, el desánimo, el desinterés, el desaliento, el escepticismo, el temor a las represalias. Asimismo, debe hacerse una evaluación más seria y más imparcial y objetiva de todos los personajes involucrados.

ACTOS DIPLOMÁTICOS:
Debemos IMPUGNAR OFICIALMENTE EL TRATADO DE GUADALUPE HIDALGO. Simultáneamente con la reforma Constitucional de nuestro Artículo 43 Constitucional, debe hacerse del conocimiento del gobierno norteamericano la impugnación y denuncia de dicho tratado. Al hacerlo, debe expresarse la necesidad de modificar el esquema caduco de nuestras relaciones, cuya base ventajosa de imposición es inadmisible entre dos naciones cuyas historias, no pueden seguir siendo de enfrentamiento, imposición y abuso en nuestro perjuicio, sino el fruto de rediseñar su concepción en la justa reciprocidad, y en el respeto de los respectivos derechos, como corresponde a sociedades evolucionadas, civilizadas y maduras.
   La necesidad entre Estados Unidos y México es mutua. Desgraciadamente siempre seremos vecinos; y no puede continuarse por más tiempo con un despojo que resulta, además, en injusticias cotidianas y agravadas en perjuicio de nuestros nacionales en su propia tierra.

DEBEMOS PROMOVER EL EJERCICIO DE LOS DERECHOS TERRITORIALES EN BLOQUE:
En la actualidad, debemos reconocer que cada vez es menos congruente y más ineficaz actuar aisladamente. Por otra parte, existen muchos países con problemas similares al nuestro, y que no han obtenido resultados positivos en sus gestiones jurídicas y diplomáticas. El ejemplo más pequeño físicamente, pero más representativo en cuanto al Derecho, es el de Gibraltar: España ha logrado a su favor, todas las resoluciones jurídicas imaginables; resoluciones que Inglaterra ha burlado, ignorado y continuado violando. Por ello es explicable que Argentina (conocedora de las marrulleras actitudes británicas) haya intentado “la ruta corta”, ante las dilaciones “diplomáticas” de Inglaterra.
   La formación de un bloque de países con reivindicaciones territoriales pendientes, permitirá (paulatinamente si se quiere) ir modificando criterios y actitudes, para que la antigua definición territorial del siglo XII quede finalmente superada: EL TERRITORIO LLEGA HASTA DONDE ALCANZAN LOS CAÑONES (Imperium Terrae finirir ubi finitur armorum potestas).
   Al ejercer nuestro derecho innegable, en coordinación con las demás naciones que confrontan problemas territoriales con implicaciones humanas parecidas, lograremos afirmar la posición de México a través de nuestra trayectoria de política exterior contribuyendo a la implantación de un orden de justicia y concertación internacionales.
   El concepto caduco de la soberanía, como superioridad hegemónica, quedará derogado, para dar lugar al criterio válido de interdependencia en el respeto de la identidad. Será el paso que nos lleve primero a la coordinación de los estados nacionales, y ¿Por qué no?, a la eventual asimilación de las naciones, que sin perder sus raíces, conviertan las fronteras en un mero margen de demarcación de las actividades humanas en la permeable interacción cultural, social, política y jurídica. Las fronteras dejarán de tener el sentido de las bardas: donde no hay ladrones no se necesitan protecciones. Viviremos literalmente en un mundo sin cortapisas.
   Para lograr esa “utopía”, debemos hacer del ejercicio diplomático, una actividad franca y abierta, por cauces de justicia y razón y no un ritual protocolario más bien parecido a las tramoyas y a los tinglados, en el que lo habitual es la sonrisa complaciente del cobarde, la emboscada del hipócrita y el abuso del poderoso.

NOTIFICACIÓN A LOS ORGANISMOS INTERNACIONALES:
Sin que, en cuanto a nuestro derecho territorial incuestionable, admitamos arbitrajes ni jurisdicciones ajenas, corresponde hacer del conocimiento de los organismos internacionales existentes, la SOBERANA DECISIÓN DE MÉXICO en JUSTO RECLAMO DE NUESTROS DERECHOS. Esto, porque vivimos en la necesidad de comunicarnos, para entendernos, conocernos y aceptarnos. La competencia sobre nuestras cuestiones esenciales como lo es el territorio, corresponde a nuestra decisión. Su ejecución, requiere además del apoyo de los canales ya existentes, de la creación de nuevos conductos; de la apertura de nuevos caminos.

Obra gráfica de Rini Templeton

TERRITORIOS OCUPADOS:
California, Nuevo México y Tejas, en sus dimensiones originales, son territorio mexicano. La jurisdicción de facto que Estados Unidos ejerce sobre ellos, ahora con los nombres provisionales de los estados de: Arizona, Nevada, California, Tejas, Nuevo México, Utah, Colorado, Oklahoma, Wyoming y Kansas, cuando menos, (los seis primeros en su total extensión), corresponde más bien al rango internacionalmente reconocido como "régimen jurídico de los territorios sujetos a ocupación militar". Ese carácter, transitorio por definición, debemos dejarlo bien establecido. Es distinto ejercer actos de gobierno con la fuerza del derecho, que usurpar funciones con el "derecho" de la fuerza, característica de la política exterior del Coloso del Norte.

PLANTEAMIENTOS ECONOMICOS Y REPARACIONES:
Existiendo a nuestro favor la vigencia plena de nuestros derechos de soberanía, interrumpidos en su ejercicio jurisdiccional efectivo por la invasión militar y el Tratado de Guadalupe Hidalgo, otorgado bajo violencia absoluta, corresponde determinar, junto con el reclamo de la reivindicación, el monto al que ascienden las reparaciones debidas a México por ese concepto. No sólo se ha enriquecido Estados Unidos ilícitamente al aprovecharse desde hace ciento cuarenta y tres años como "dueño" de nuestros recursos en esos territorios, sino que nos ha mermado patrimonialmente al privarnos del ejercicio de nuestros derechos en la .explotación de los mismos. Así también, las implicaciones del daño moral por la postergación de los derechos humanos de nuestros nacionales, privados de su libre tránsito y residencia, así como de actividad política y libertad de trabajo, representan rubros de difícil cuantificación.
   La estimación (necesariamente aproximada) de los daños y perjuicios sufridos por México a raíz de la invasión militar y el despojo armado de nuestro territorio, nos lleva directamente a la alternativa que debe plantearse:

REIVINDICACION NO NEGOCIABLE DEL EJERCICIO PLENO DE LA SOBERANÍA, INDEPENDIENTEMENTE DE LA REPARACIÓN DE LOS DAÑOS Y PERJUICIOS OCASIONADOS POR TALES CONDUCTAS, CONSUMADAS MEDIANTE EL TRACTO SUCESIVO. SIN RENUNCIAR A MEDIO MILÍMETRO CUADRADO DE SUELO MEXICANO EN NUESTRA RECLAMACIÓN. SI PODEMOS LLEVAR LA CUENTA PENDIENTE AL TERRENO DE LA DEUDA EXTERNA DE MÉXICO, DONDE CON PLENA VALIDEZ PODEMOS OPONER COMO FORMA DE EXTINGUIR LAS OBLIGACIONES QUE ELLA IMPLICA, LA EXCEPCIÓN DE COMPENSACIÓN.

Tenemos deudas mutuas, de plazo vencido (y otras renegociadas recientemente en plazo y condiciones por nuestro país, por lo cual pueden o no, a nuestra elección, prestarse a la compensación, para gozar los beneficios en quita de intereses por pago anticipado) que permiten reclamar la extinción de una de ambas hasta por la cuantía cuyo remanente deba subsistir; es decir, la mayor cuantía que sin entrar a número alguno, en los últimos 40 años de acumulación, necesariamente reportaría saldo a nuestro favor. No se trata de una evasión simplista de un pago contratado legalmente. Tenemos también la alternativa de efectuar reformas legislativas y acuerdos internacionales que permitan dar en pago (mediante expropiación o confiscación) las sumas ilícitamente sustraídas del país, y que "casualmente" reposan en la cómoda seguridad de las arcas de los bancos “acreedores”.

CANALES PERMANENTES DE COMUNICACION y DECISION:
Ser vecino de Estados Unidos, representa problemas y dificultades que no necesitamos detallar. Recordemos la profética y sabia frase de Don Porfirio Díaz: "Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos". Lo importante es que la comunicación entre ambos países cuente con una estructura oficial con voz y voto, para deliberar y acordar vinculatoriamente, las cuestiones de interés común, que son muchas y muy complejas. No basta con un par de reuniones interparlamentarias al año. Debe crearse un organismo, en cuyo seno, representantes democráticamente designados, establezcan las políticas de interés común, en un mutuo acuerdo de igualdad y respeto.

DERECHO TERRITORIAL:
La soberanía, México lo sostiene, no está sujeta a negociación. La reivindicación territorial de la Alta california, Nuevo México y Tejas en su extensión y limites originales, debe quedar establecida desde el texto reformado (reivindicado) del artículo 43 Constitucional; desde el Suchiate hasta el Sabinas; en la retrotracción irreversible de los efectos que deben cesar por su nulidad absoluta.
   Tenemos la fuerza de la razón; la fuerza del derecho, la de la justicia. El proceso será muy difícil porque es obvio que el gobierno de Estados Unidos no vaya a reconocer ni quiera soltar la presa solamente porque se lo demandemos. Recuérdese el caso del Chamizal. Pero el solo planteamiento de la demanda, redescubre a dimensiones de rápido alcance mundial (que los medios de comunicación permiten hoy a diferencia de 1836-1848) la sólida justicia de nuestro reclamo.
   La sola demanda debe surtir el efecto de un trato distinto a los mexicanos en su tierra; debe obtener para ellos libertades que no pueden negárseles; derechos que les corresponden y que se les están regateando.
   Somos no solamente dueños, somos la fuerza laboral indispensable en nuestros propios territorios ocupados. Nuestros compatriotas miran hacia nosotros, en su cada vez mayor arraigo nacionalista. Nos desgajaron el tronco, pero no nos arrancaron las raíces. No sólo hemos  florecido, sino que estamos dando frutos en el regreso. La historia no se escribe velozmente, y por ello debemos dejar a las fuerzas naturales de la migración y el proceso demográfico, la tarea definitiva de la plena recuperación.

Obra Gráfica de Rini Templeton
ACTOS CONCRETOS DE REIVINDICACION TERRITORIAL:
Los primeros actos concretos de soberanía popular directa sobre nuestros territorios de la Alta California, Nuevo México y Tejas, se han venido ejerciendo por nuestro ejército de trabajadores desde 1848. El complemento de ese esfuerzo, debe concretarse en nuestra reforma del Artículo 43 Constitucional; en la impugnación del Tratado de Guadalupe Hidalgo hecha “urbi et orbi”, para que su reclamo tenga resonancia mundial; los actos diplomáticos de denuncia oficial del vicio de origen de dicho acuerdo, deben quedar debidamente notificados al gobierno y pueblo de los Estados Unidos.

REINCORPORACION POLITICA DE NUESTROS COMPATRIOTAS:
Mientras volvemos todos. Mientras llegamos a alcanzar a nuestros hermanos de la avanzada, debemos establecer puentes firmes y bien cimentados, para que crucen de ida y vuelta por encima de las '”piedritas que se nos han puesto en el camino”.
   Un acto nacional de soberanía política efectiva, es PROMOVER la representación legislativa de las enormes masas populares mexicanas que radican en los territorios-ocupados, en el seno de nuestro Congreso de la Unión. Promovamos los medios para que la Alta California, Nuevo México y Tejas, tengan su representación en nuestro Senado de la República; para que los millones de mexicanos que carecen de voto, y cuya voz creciente debe apoyarse, puedan volver a la casa de su representación jurídica: a la Cámara de Diputados del Congreso de la República Mexicana.
   En este caso, el regreso por la vía electoral, de nuestros compatriotas, es geográficamente inverso al esfuerzo que debe traerlos de nuevo al pleno ejercicio de su derecho político, en la fraternidad de todos los mexicanos.

MEXICANOS POR NACIMIENTO:
Nuestra Constitución Política determina quiénes gozan de la nacionalidad mexicana. Son mexicanos por nacimiento, entre otros, quienes nacen de padres mexicanos, O EN TERRITORIO MEXICANO. Quienes nacen en la Alta California, Nuevo México o Tejas, son por derecho de suelo, nacionales mexicanos. Este privilegio solamente debe condicionarse a la ratificación expresa de los beneficiarios de esta disposición, en virtud de que esos territorios se encuentran sujetos a ocupación ilegítima. En idénticos términos a los establecidos para iniciar la ocupación militar de nuestro suelo, deberemos llegado el tiempo, conceder la misma alternativa a los habitantes de aquellas provincias, para que las desocupen, o permanezcan en ellas, gozando de los mismos derechos que asisten a los extranjeros que radican bajo la protección de nuestra bandera.

TRATADO DE GUADALUPE HIDALGO
ARTICULO VIGESIMO PRIMERO:
Del acuerdo firmado el 2 de febrero de 1848, debemos usar para despedirlo, el texto que transcribo a continuación:

"SI DESGRACIADAMENTE (?) EN EL TIEMPO FUTURO SE SUSCITARE ALGUN PUNTO DE DESACUERDO ENTRE LOS GOBIERNOS DE LAS DOS REPÚBLICAS, BIEN SEA SOBRE LA INTELIGENCIA DE ALGUNA ESTIPULACIÓN DE ESTE TRATADO, BIEN SOBRE CUALQUIER OTRA MATERIA DE LAS RELACIONES POLITÍCAS O COMERCIALES DE LAS DOS NACIONES, LOS MISMOS GOBIERNOS A NOMBRE DE ELLAS, SE COMPROMETEN A PROCURAR DE LA MANERA MÁS SINCERA Y EMPEÑOSA A ALLANAR LAS DIFERENCIAS QUE SE PRESENTEN Y CONSERVAR EL ESTADO DE PAZ Y AMISTAD EN QUE AHORA SE PONEN LOS DOS PAISES, USANDO AL EFECTO DE REPRESENTACIONES MUTUAS Y DE NEGOCIACIONES PACÍFICAS. Y SI POR ESTOS MEDIOS NO SE LOGRARE TODAVÍA PONERSE DE ACUERDO, NO POR ESO SE APELARÁ A REPRESALIA O AGRESIÓN, NI HOSTILIDAD DE NINGÚN GÉNERO, DE UNA REPÚBLICA SOBRE LA OTRA, HASTA QUE EL GOBIERNO DE LA QUE SE CREA AGRAVIADA HAYA CONSIDERADO MADURAMENTE Y EN ESPÍRITU DE PAZ Y BUENA VECINDAD, SI NO SERÍA MEJOR QUE LA DIFERENCIA SE TERMINARA POR UN ARBITRAMIENTO DE COMISARIOS NOMBRADOS POR AMBAS PARTES, O DE UNA NACIÓN AMIGA. Y SI TAL MEDIO FUERE PROPUESTO POR CUALQUIERA DE LAS DOS PARTES, LA OTRA ACCEDERA A EL, A NO SER QUE LO JUZGUE ABSOLUTAMENTE INCOMPATIBLE CON LA NATURALEZA Y LAS CIRCUNSTANCIAS DEL CASO.”

   No me parece la “desgraciada hipótesis” que preside los considerandos de este artículo, nunca me ha parecido que el despertar, sea desafortunado, aunque si lo va a ser para los norteamericanos el que nosotros despertemos de este letargo en que hemos estado sumidos por más de ciento cuarenta y dos años.
   El punto de desacuerdo que he planteado, es sobre una historia cuyo brevísimo compendio y corolario es el Tratado al que pertenece este artículo.
  La cuestión de inteligencia que origina esta impugnación, no es en modo alguno comercial, ni simplemente política. Pertenece al planteamiento esencial del Derecho que establece que el cumplimiento de los acuerdos no puede dejarse al arbitrio de una de las partes, a cuya merced, se encuentra la otra. La nulidad absoluta es vicio de origen en este Tratado, y es su causa final.

   La relaciones entre ambas naciones, a partir del 2 de febrero de 1848, NO NOS PUSIERON DE NINGUNA MANERA EN PAZ Y AMISTAD.

RECUERDO AQUÍ, ATRONADORAMENTE EN MIS OIDOS, LA VOZ DE FRANCISCO ZARCO: "CONOCEMOS LOS MEXICANOS LA NECESIDAD DE LA PAZ, PERO NUNCA PODRA BORRARSE DE NUESTRA MEMORIA, LA MALA FE, LA INJUSTICIA Y LA USURPACIÓN CON QUE SE CONDUJERON Y SE HAN SEGUIDO CONDUCIENDO LOS ESTADOS UNIDOS, EN CUANTO A NOSOTROS.”

ESE TRATADO NO ES SEMILLA DE PAZ. ESE TRATADO NO ES FRUTO DE AMISTAD. ES MONUMENTO DE IMPERIO, DE FUERZA, DE PREPOTENCIA Y ARBITRARIEDAD Y DEBEMOS DEMOLERLO.

Obra gráfica de Rini Templeton
Ese tratado ratifica la trayectoria que con él culmina, y la formaliza para hacer precisamente de la hostilidad, la agresión, la presión, la maldad y la represalia, el medio de trato, que precedido y presidido por un ánimo de “superioridad”, nos han dispensado nuestros vecinos del norte.
   No es admisible la posibilidad de arbitramiento ni de “amigables componendas”, de la cuestión de principio irreductible que preside este reclamo. ESA HIPÓTESIS ES ABSOLUTAMENTE INCOMPATIBLE CON LA NATURALEZA Y LAS CIRCUNSTANCIAS DE NUESTRO CASO, ¡DESDE 1836!

SEÑOR PRESIDENTE DE MEXICO:
Le pido con todo respeto que al considerar los antecedentes y argumentos expuestos con anterioridad e inspirados en la reflexión del estudio y análisis de nuestra Historia Patria y en la lectura de varios libros sobre el tema, (Grant, Ulyses Simpson, Personal Memoirs "La guerra más injusta jamás habida". USA, 1885.; Riva Palacio, Vicente; Chavero, Alfredo; Arias, Juan de Dios; México a través de los siglos. México, Editorial Cumbre S. A. 1987.; Muñoz, Ignacio, La verdad sobre los gringos. México, Ediciones Populares, S.A. 1927.; Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México., Editorial Porrúa, S.A. 1970.; Enciclopedia de México. México, Enciclopedia de México, S. A. 1977; The New Encyclopaedia Britannica. U.S.A., Encyclopaedia Britannica, Inc. 1980: Chavezmontes, Julio, Heridas que no cierran. México, Editorial Grijalbo, S.A. 1988.; entre otros); haga presente en su ánimo las voces de Juárez y de Zarco, para que al cumplir con su destino histórico al frente de la Nación, se imponga Usted como meta iniciar de manera expresa, valiente y definitiva, el proceso político y jurídico ilimitado de la reivindicación territorial completa, con todo lo que ello implica; no vacilar ni temer quedar en evidencia ante la opinión pública mundial, consciente de que la razón está de nuestra parte y la fuerza del lado de ellos. No caer en el desmayo como consecuencia de lo magno del litigio por emprender y de lo "casi imposible de lograr", aunque existan muchos descastados y abyectos en México que subconscientemente desean que México fuera parte de la nación norteamericana. (Algunos de éstos son parte de la gente que ha emigrado durante algún tiempo a los Estados Unidos, y que carentes de una cultura sólida así como de una consistencia moral verdaderamente mexicanista, se deslumbran ante las "magnificencias" y oropel de la vida norteamericana).
   Que para rediseñar nuestras relaciones con Estados Unidos, y llevarlas a un plano de dignidad, respeto mutuo y justicia estrictamente recíproca, convenga Usted en que el Tratado de Guadalupe Hidalgo (cuya nulidad absoluta es innegable), no puede ponernos en “paz y amistad” con nuestro poderoso e intervencionista vecino.
   Que de manera inmediata deben terminarse las consecuencias de injusticia y abuso perpetrado de manera permanente y sistemática en perjuicio de nuestros nacionales.
   Que cada día que pase sin que nuestro justo reclamo se haga oficial, significa angustia, persecución y muerte para nuestros compatriotas, precursores inermes en el camino de nuestro regreso.
   Que es Usted el primer soldado de la República, y el legítimo heredero de todos los mandatos presidenciales que lo preceden. Que por ello, debe abanderar la marcha firme de la reconquista en una lucha realista, pacífica y de una paciencia intransigente.
   Si Usted no quiere, nadie más puede. Porque los mexicanos lo hemos elegido para llevar a cabo las tareas preeminentes de la Patria. En su persona confluyen la historia y el destino. En este sentido, la suya es, coyuntura humana de todos nuestros posibles e imposibles. Su vocación de servir a los mexicanos, incluye a todos los mexicanos, donde se encuentren. Su decisión de servir a todo México, a México entero, conlleva su compromiso de gobernarlo íntegro y sin merma. Gobernar la mitad de la Nación a sabiendas del derecho que le asiste, sería tanto como aceptar “media presidencia”.
   México no cifra su grandeza en su extensión territorial. La calidad histórica no la dan los kilómetros cuadrados. Los países chicos ante el derecho, no son menos países que los grandes o poderosos. México frente a Estados Unidos seguirá teniendo la razón y el derecho de su lado, aunque pasen mil años. A México lo avalan siglos de tenencia y posesión sobre esas tierras reivindicadas por Sebastián Vizcaíno, Francisco Vázquez de Coronado, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernando de Soto, el padre Kino, entre otros, a favor de la Nueva España. Asimismo lo apoya una cultura milenaria sólida, a Estados Unidos lo han sostenido su fuerza bruta, altanería, insolencia, prepotencia, bravuconería y cinismo (recuérdense sus canalladas en Hiroshima, Guatemala, Cuba, República Dominicana, Viet Nam, Chile, Nicaragua, Granada, Libia, Colombia-Panamá y actualmente en Irak-Kuwait, etc., etc., etc.- aprovecho esta coyuntura para manifestarle mi repudio a la intervención de la fuerza multinacional que encabezan los yanquis en el Golfo Pérsico y al criminal bloqueo de alimentos y medicinas contra el pueblo iraquí; al respecto, sugiero yo la revisión seria e imparcial de la historia de la región en conflicto no tanto por parte de las fuerzas intervencionistas para que puedan determinar objetivamente y con justicia si la actuación del Señor Presidente Iraquí Saddam Hussein es la de un canalla o villano o por el contrario la de quien pretende redimir una parte de su territorio patrio).
   Asentar firmemente las tesis jurídicas de· nuestros justos reclamos, lo pondrá a Usted hombro con hombro, junto a nuestros hermanos al cruzar el río; llevará así Usted, la punta de lanza que jamás caerá una vez que la haya empuñado con firmeza. Sipo le toca la fortuna de ver concluida esta tarea, nuestra Bandera, la que tercia su pecho, será la estafeta en el relevo que para la historia de México reconocerá a su persona el justo honor de ser el vanguardista de la Patria que vuelve.
   La voz de México por sus palabras dejará de ser el grito desesperado que resonó desde Palo Alto hasta Chapultepec en 1847, en la alternativa trágica de “Libertad o Muerte", retumbando por toda nuestra tierra, para convertirse desde el Palacio Nacional hasta California, Nuevo México y Tejas, en un eco triunfal por el regreso al que todos los mexicanos responderemos:

Obra gráfica de Rini Templeton

 ¡VIVA MÉXICO ENTERO, TODA LA PATRIA O NADA!
¡AHORA O NUNCA, SEÑOR PRESIDENTE!

Atentamente
F. Caamaño U.

c.c.p.-El Honorable Congreso de la Unión
c.c.p.-El Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
c.c.p.-El Secretario de Relaciones Exteriores
c.c.p.-El Secretario de la Defensa Nacional
c.c.p.-El Secretario de Marina
c.c.p.-El Secretario de Gobernación
c.c.p.-El Secretario de Educación Pública
c.c.p.-El Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, Don Javier Pérez de Cuéllar
C.c.p.-Excelentísimo Señor Presidente de la República Democrática de Irak, General Saddam Hussein
c.c.p.-Excelentísimo Presidente de los Estados Unidos, Señor Jorge Bush
c.c.p.-Los C.C. Gobernadores Constitucionales de los "Estados Fronterizos" del norte de México
c.c.p.-Los "Gobernadores" de los territorios ocupados
c.c.p.-El Señor Embajador de México ante los Estados Unidos
c.c.p.-El Señor Embajador de Irak ante México
c.c.p.-El Señor Embajador de los Estados Unidos ante México
c.c.p.-El Director General del semanario de información y análisis "Proceso”; Lic. Julio Scherer García
c.c.p.-El Director General del diario "La Jornada"; Lic. Carlos Payán Velver
c.c.p.-La Agencia informativa Notimex
c.c.p.-La Agencia informativa UPI
c.c.p.-La Agencia informativa EFE
c.c.p.-La Agencia informativa Reuter
c.c.p.-La Agencia informativa France press
c.c.p.-La Agencia informativa Novosti
c.c.p.-Al periódico "Le Monde"
c.c.p.-Al periódico "The Washington Post"
c.c.p.-Al periódico "The New York Times"
c.c.p.-Al C. Lic. Don Julio Chavezmontes
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La explotación humana apetecida *

Obra gráfica de Rini Templeton
En 1829 el precio de los esclavos, en el sur de los Estados Unidos, por una ley promulgada en Luisiana, había descendido. Para aumentarlo, la anexión de Texas era indispensable: vastas regiones que poblar con esclavos demandaban miles de ellos. Algunos testimonios lo prueban: Abel P. Upshur, secretario de Estado en 1843, dijo ante la Convención de Virginia en 1829:
   “Nada más fluctuante que el valor de los esclavos; una de las últimas leyes de Luisiana lo redujo en 25% a las dos horas de conocerse el proyecto (el de prohibir la exportación de esclavos). Si nos tocara la suerte -y confío en que así sucederá- de adquirir Texas, el precio de los esclavos aumentaría”.1
   Otros delegados a esa convención expondrían argumentos semejantes. Cinco años después, ante el senado de su país, John C. Calhoun -vicepresidente de los Estados Unidos y para quien la esclavitud era "la base más segura y estable del mundo para las instituciones libres"- propaló sus ideas:
   “Existen poderosas razones -afirmó- para que Texas formara parte de esta Unión. Los estados del sur, poblados por esclavos, están profundamente interesados en prevenir que la nación disponga de un poder que los moleste; y los intereses marítimos y manufactureros del norte están igualmente interesados en hacer de Texas parte de la Unión.”2
   Texas, por consiguiente, impulsaba la esclavitud. La demanda cada día mayor de algodón para las fábricas de Nueva Inglaterra, Manchester y Londres, exigía nuevas tierras para su cultivo.
   “El asunto del comercio africano de esclavos -declaró Sam Houston, "presidente de Texas"- no está desconectado de la fuerza naval de nuestro país [los Estados UnidosJ. No puede dejar de pensarse que miles de africanos han sido importados últimamente de la isla de Cuba con el designio de transferir una gran parte a esta república.”3

La esclavitud como negocio

La marina de guerra norteamericana custodiaba a los barcos negreros que salían de Cuba. Por cada esclavo sacado de África morían, durante la cacería en sus aldeas o de enfermedades y hambre durante la travesía, cinco. El padre Rinchon afirmaba que los habitantes negros de las Antillas habrían desaparecido, sin la trata, en 40 años. El negocio consistía en importar más negros de África. "Hay que confesar -declaró un negrero- que nosotros especulamos sobre el exceso de su trabajo, y no tememos hacerlos perecer de fatiga cuando el precio que obtenemos de sus sudores iguala al de su compra."4 Juicio que corrobora, en su brutal brevedad, los ejemplos de Marx sobre la importancia que tenía la duración de la vida de los esclavos en tanto pudieran sustituidos con nuevas importaciones. Más aún: las tareas agobiantes enriquecían al propietario. La muerte de los negros no era una pérdida lamentable. Los negros morían por millares en las plantaciones de Santo Domingo, Cuba, Jamaica y las Bermudas -tierras de las que ya se apropiaban los norteamericanos- lo mismo que en Luisiana. Y en mayor número llegaban de África. El padre Rinchon calcula el número de los procedentes del Congo en 13 doscientos cincuenta mil. W. E. B. Du Bois afirma que sólo a América importaron 10 millones en menos de un siglo. De acuerdo con los informes británicos, la cifra asciende a 20 millones, y Ducasse, teniendo en cuenta los que morían por los que llegaban a América, calcula en 100 millones los seres humanos sacados de África para esclavizados en las Antillas y los Estados Unidos.5 

Obra gráfica de Rini Templeton
"Al levantarse el primer censo de esclavos en 1790 -escribió Marx- en los Estados Unidos, la cifra de esclavos era de 697 mil; en 1861, ascendía ya a cuatro millones, aproximadamente."6 Los propietarios de Virginia y Kentucky -los caballeros que imitaban la nobleza de los personajes de Walter Scott- cercaron sus tierras para "producir" esclavos. Los corrales para cebados, como se les calificó, sustituían a la importación de Cuba. La demanda de las tierras algodoneras, con Texas a la vista como nuevo estado, daba grandes utilidades. La esclavitud, más que la tierra empobrecida, era la verdadera riqueza. En Luisiana se había organizado una sociedad señorial basada, como la de Grecia, en la propiedad de seres humanos. Los dueños de más de cien esclavos, unos 2000, eran los señores; después de ellos, había doscientos mil dueños de veinte a cien esclavos; otros 300 000 eran amos de diez a veinte negros y, por último, un millón cuatrocientos mil poseían de uno a diez esclavos. En 1850 el valor total de los esclavos se estimaba en más de 16 mil millones de dólares.
   En las residencias a las orillas del Misisipí -Mark Twain las describió sin omitir detalle alguno: los capiteles griegos eran de una patética simulación-, los jardines de Virginia, la floreciente Nueva Orleans, no lograban ocultar la vida que los viajeros descubrían. En marzo de 1830 Lorenzo de Zavala, paseando por las calles de Nueva Orleans, oyó los gritos de los esclavos azotados por los verdugos. El esclavo acudía al amanecer a la cárcel, con un boleto firmado por su propietario en el que se ordenaba al carcelero los azotes que había de darle. El esclavo regresaba ante su señor a enseñarle, en su cuerpo herido y en la boleta sellada, que el castigo había sido cumplido. 
   El 7 de marzo de 1830 la legislatura de Luisiana promulgó una ley cuyo artículo 39 es digno de memoria: "Toda persona que enseñare o fuese causa de que se enseñe a un esclavo a leer o escribir sufrirá la pena de uno a doce meses de prisión."7 Expulsiones del estado, penas y multas, había para quienes, a juicio de los esclavistas, pretendieron escribir o hablar a favor de los negros. 
   Seis años después de residir Zavala en Nueva Orleans, los agentes británicos demandaban del gobierno de Van Buren que Texas no debía ser parte de la Unión Americana. Texas podía proveer de algodón las fábricas de Manchester y Londres. Los ingleses -que en esa misma época reducían a sus obreros a la más degradante miseria (las páginas imborrables de Marx lo consignan)- no transigían con la esclavitud; Lord Aberdeen la condenó, por inhumana, a nombre del gobierno británico. Los capitalistas de Nueva Inglaterra veían una creciente amenaza en la acumulación del capital en el sur. La anexión de Texas -territorio, aumento del precio de los negros, tierras algodoneras, etc.- escapaba de las manos de los esclavistas.
   
Pero México había abolido la esclavitud 

Obra gráfica de Rini Templeton
Uno de los resultados del informe de Mier y Terán fue el decreto expedido contra la esclavitud por Vicente Guerrero, el 16 de septiembre de 1829. Acto simbólico que fue un pretexto, uno más, para el posterior levantamiento de los texanos. Los móviles de la anexión a los Estados Unidos –esclavitud y nuevos territorios- conciliaron a los partidos políticos. Bocanegra, ministro de Relaciones Exteriores de nuestro país comunicó a Green, encargado de Negocios de los Estados Unidos -30 de mayo de 1844-, que para evitar la desaparición de la esclavitud se recurría a privar a México de una parte de su territorio. La esclavitud sería uno de los temas discutidos en las pláticas de paz en 1848. Las peticiones de los delegados mexicanos de que la esclavitud fuera abolida en los territorios de que despojaban a nuestro país, fueron inútiles. Ante el argumento de que si los norteamericanos admitirían la Inquisición, siendo ellos los vencidos, Trist replicó que no podía aceptado, "aun cuando el territorio -enfatizó- decuplicara su precio y por añadidura estuviera cubierto de oro puro de un pie de espesor".8
    Diecisiete años después los estados del sur eran prósperos y ricos. Los caballeros sureños, representados en la guerra contra México por los voluntarios al mando de Putnam, Davis, Yell, Price y Pillow, eran dueños de tierras fértiles. Dios, escribió Calhoun, había creado a la raza negra para que cortara leña y transportara agua para el pueblo elegido. Los amos, libres del trabajo manual y de la tenebrosa competencia, alcanzarían la sabiduría soñada por los fundadores de la República.
   La región conquistada por los esclavistas era parte del territorio imaginado por Jefferson. El mapa de los Estados Unidos fue trazado cincuenta años antes de que el "destino manifiesto" -"ignorancia y ron mitad y mitad", como afirmara el pastor Wilbur en los Bigelow Papers- se propalara. Al desbordarse los norteamericanos, nuestro país sería la mayor víctima. 

Para una economía capitalista en expansión

La política mexicana más eficaz fue aconsejada por Mier y Terán en unas Reflexiones de 28 de junio de 1830: llevar labradores mexicanos, "más diestros en la agricultura que los americanos del Norte", a las tierras de Texas 9. En febrero de 1834, Gómez Farías expidió un decreto que recuerda las proposiciones de Terán. En una época de menosprecio a nuestro país -nadie, escribió José María Luis Mora, habría estimado el título de mexicano-, en que colonizar era uno de tantos medios para desindianizar al país, y a la vez de especular con las tierras, una proposición como la de Terán debía pasar inadvertida. En cambio, las medidas que sugiriera Lucas Alamán dieron origen a la Ley de 6 de abril de 1830: colonizar Texas con extranjeros, aunque de lengua y costumbres diferentes a las de los norteamericanos.10 Si bien el artículo 11 fue, sin duda, "un monumento de honor para los que la dictaron", su remedio fue tardío. Terán sólo pudo levantar algunos puestos militares. En las páginas de Filisola, años después, constan, por el descuido y el asedio de los colonos, la debilidad de aquellos muros que no pudieron impedir que la llama cundiera, de la Villa de Austin, por toda la llanura. 

Obra gráfica de Rini Templeton
Los indios, que retrocedían al rodar de las carretas de los colonos, se desvanecían como nuestros puestos fronterizos. Los nómadas cazadores del búfalo no podían contener las avanzadas de una economía capitalista en su etapa mercantil. Los Estados Unidos, en el curso preindustrial, instalaban los talleres de Nueva Inglaterra y Pensilvania. Las praderas de Iowa y Nebraska se cubrían de maizales y trigo; las tierras de Virginia, de caña de azúcar y algodón; la despepitadora de Whitney -el cotton gin- dejaba atrás, como las fibras a las semillas, la máquina de hilar. El Misisipí era surcado por barcos y más barcos hasta Nueva Orleans: sesenta navegaban en 1820 y 1200 en 1848. En 1930, las mercancías acumuladas en aquel puerto valían 26 millones de dólares; veinte años más tarde, ciento ocho millones. Los contrabandistas de nutrias y castores llegaban a las costas de California.
   Las minas de plomo, en Illinois, obligaban al trazo de caminos y a construir los primeros ferrocarriles. La crisis de 1837 provocaba el traslado de propiedades de muchas a pocas manos. La derogación de la ley del trigo en Inglaterra elevaba las exportaciones; no obstante, la balanza de pagos de los Estados Unidos era, aún, desfavorable: 273 millones de dólares en 1837, y continuaría su desnivel años más tarde, a pesar de la venta de cereales a Europa. Los inversionistas extranjeros acudían con los emigrados. Las minas de California, ya rastreadas por los gambusinos, alucinaban a los gobernantes. Los Vanderbildt, los Astor, los Drew, sentaban las bases del capitalismo financiero: ganado, terrenos, barcos, licores; con sus "nudillos de acero" golpeaban, una y otra vez, en un país abonado por guerras de exterminio contra los indios y la conquista de territorios mexicanos. 
   Los colonos, empujados por los especuladores de tierras, seguían entrando, con sus esclavos, en Texas. Ante aquella sociedad, y sus tenaces gobernantes, se enfrentaba una burguesía, como la nuestra, que trataba de hacer su revolución. En México, como en otras naciones surgidas de la dominación colonial, no ocurrió lo que Marx describiera como característico de las revoluciones burguesas del siglo XVIII: un avance arrollador, de éxito en éxito, el espíritu en éxtasis; revoluciones que después de un breve apogeo entran en prolongada modorra para asimilar, lentamente, los resultados de su lucha. En México sucedió lo contrario: la burguesía combatió contra el sistema colonial durante más de medio siglo. La Iglesia y el ejército -la una poseedora de tierras y dinero; el otro su guardián, como lo estableciera Santa Anna-; los dos, como "islas de fierro", detentando sus fueros por sobre la sociedad, fueron rivales de una burguesía que aspiraba a la propiedad de la tierra y al poder civil. La historia de nuestro siglo XIX es, fundamentalmente, la del ascenso de la burguesía, con sus luchas internas, primero; convocando al pueblo contra los invasores extranjeros, después, para alcanzar, al fin, el gobierno del país; de aquí que su ascenso, como clase, esté vinculado a la sobrevivencia de la nación.

* Tomado de García Cantú, Gastón: Las invasiones Norteamericanas en México. FCE, México, 1996. Pp.38-43.

(1) Ahiel Ahott Livermore, Revisión de la guerra entre México y Estados Unidos. Traducción, prólogo y notas de Francisco Castillo Nájera. México, 1948, p. 32.
(2) ibid., p. 33.
(3) ibid.
(4) Citado por J. Surét-Canale, en El África negra. Ed. Platina, BuenosAires, 1954, p. 131.
(5) ibid., p. 132.
(6) Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política. Versión del alemán por Wenceslao Roces. Ed. Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1959, p. 369.
(7) Lorenzo de Zavala, Viaje a los Estados Unidos de América del Norte, en Viajes por Norteamérica. Ed. Aguilar, Biblioteca Indiana, Madrid, 1958, p. 800.
(8) Livermore, p. 43. Cita de una carta de Trist a Buchanan de 4 de septiembre de 1847, cuando tenían lugar las pláticas de paz en Tacubaya. Véase la nota, casi completa, en José María Roa Bárcena, Recuerdos de la invasión norteamericana (1846-1848). Edición y prólogo de Antonio Castro Leal. Ed. Porrúa, México, 1947, vol. 11, p. 336.
(9) Obras de D. Lucas Alamán, Documentos diversos (Inéditos o muy raros). Ed. Jus, México, 1947, vol. IV (XII de las Obras completas), pp. 196-198.
(10) La iniciativa de ley de Lucas Alamán, de 8 de febrero de 1830, la cual diera lugar al decreto de 6 de abril de Anastasio Bustamante, con• tiene una exposición del peligro inminente de que México perdiera a Texas. En su iniciativa, Alamán propuso seis medidas, la segunda de las cuales decía: "colonizar el Departamento de Texas con individuos de otras naciones, cuyos intereses, costumbres y lenguaje difieran de los de los norteamericanos". (Alamán, op. cit., 11 de Documentos, página 535.) La ley de 6 de abril, 18 artículos, disponía que las familias mexicanas que desearan colonizar serían auxiliadas; el artículo 11, que diera motivo a las reiteradas protestas de Esteban Austin hasta lograr su derogación, ordenaba lo siguiente: "En uso de la facultad que se reservó el Congreso general en el artículo 7 de la ley de 18 de agosto de 1824, se prohíbe colonizar a los extranjeros limítrofes en aquellos estados y territorios de la Federación que colindan con sus naciones. En consecuencia, se suspenderán las contratas que no hayan tenido su cumplimiento y sean opuestas a esta ley." (De la Maza, op. cit., p. 242.)
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Intereses económicos y políticos en la independencia de Texas en 1936*


Obra gráfica de Rini Templeton
En la primera mitad del siglo XIX, el encuentro debía ser violento: la burguesía norteamericana ambicionaba más territorio para aumentar la inmigración europea y hacerse de mayores riquezas; la mexicana, su ascenso histórico; la primera obedecía al impulso del capitalismo mercantil; la segunda, salida apenas de las ruinas del imperio español, estaba urgida de implantar las reformas sociales indispensables para hacerse de tierras, rentas y poder político sobre las clases herederas de la Colonia. En el conflicto entre las dos burguesías, la mexicana era la débil y por ello perdería hombres y territorios. 
   En vano exigiría la clase media la defensa obstinada de Texas y, más tarde, de la patria invadida. El clero favoreció la insurrección al solo anuncio de que sus bienes serían, en parte, enajenados para la defensa nacional; los soldados dieron muestras de valor y decisión de vencer -en Texas, del 23 de febrero al 22 de abril de 1836 presentaron más de diez combates victoriosos pero sus jefes, Santa Anna principalmente, sólo demostraron ignorancia, egoísmo y rencor. Contra el "destino manifiesto" de la burguesía norteamericana se opuso una diplomacia contradictoria: Mora pedía auxilio a Palmerston; Gorostiza, el cumplimiento del derecho de gentes. Las fracciones rivales de la burguesía se disputaron el poder ante los invasores, debilitando la resistencia nacional. 
   Todos los planes, todas las leyes, todos los decretos, fueron trazos en la arena. El programa político de Gómez Farías (1833-1834) fue barrido por Santa Anna. El octavo de los principios de aquella administración señalaba la necesidad de defender "la integridad del territorio por la creación de colonias que tuviesen por base el idioma, usos y costumbres mexicanas".(11) Rehusó admitir extranjeros advirtiendo el peligro de establecerlos en sitios despoblados para evitar, en el futuro, una lucha contra el gobierno de la república; sin embargo, esa misma administración derogó, a través de la diputación presidida por Zavala, el artículo 11 de la Ley de 6 de abril de 1830, que impedía la colonización de la frontera texana con norteamericanos.
   Amargos frutos se recogieron en Texas, "por la miserable campaña anunciada con tantas bravatas y que acabó por poner en poder de los americanos una parte considerable del territorio mexicano". La burguesía mexicana tuvo al frente una Iglesia colonial y un ejército afín a esas instituciones. Los gobernantes norteamericanos, el empuje de un capitalismo que renovaba su impulso en América, emigración audaz y una población indígena que fue exterminada implacablemente. 
   La burguesía mexicana, débil y dividida, luchaba entre la Iglesia y el ejército. Mariano Otero, en su visión general del país en 1847, se lamentó de que durante 26 años no se hubieran emprendido "las grandes reformas que reclamaba la civilización de la época". La guerra de Independencia había destruido, en once años, la riqueza producida. Las clases industriosas, "las más dignas de particular atención por todo gobierno ilustrado y patriota", estaban no sólo abandonadas sino acosadas.
   Su desaliento moral las llevaba a sustraerse ante el desafío de los norteamericanos. ¿Iban a sacrificar los restos de sus fortunas y sus vidas? ¿En defensa de qué? Los intereses materiales que promueven la resistencia a los invasores, no existían; por tanto, "puede decirse que las simpatías de esas clases han debido estar muy naturalmente por el que destruyese de cualquier manera ese sistema de desorden y de pillaje de que han sido víctimas tantos años".(12) La burguesía mexicana, en una mínima parte, alentaba la oposición a los Estados Unidos; otra, la mayoría, se abstenía. De estos últimos procedería el partido de la paz. La burguesía mexicana, débil y titubeante -odio al despotismo como a la demagogia, según definió su gobierno el presidente Herrera- quiso hacer frente a los Estados Unidos aplicando el consejo reiterado de Lord Aberdeen: tolerar la independencia de los texanos para evitar la anexión del nuevo estado a Norteamérica. Al solo anuncio de la debilidad de México, se desataron las corrientes irracionales clamando por el honor nacional; corrientes habituales en nuestros desastres.

Las divisiones internas

Herrera, además, intentaba organizar las milicias cívicas, lo cual significaba llevar adelante uno de los puntos del programa de Gómez Farías: depurar las rentas y ordenar la administración pública. La respuesta no se hizo esperar: primero Santa Anna, en seguida Paredes y Arrillaga, sublevaron a las tropas. Taylor avanzaba por los caminos de Béjar rumbo al Río Bravo del Norte. Paredes deja abandonados los puestos de la frontera y se vuelve eco de los desesperanzados que deseaban una monarquía, con un príncipe extranjero, para conservar sus privilegios. 

Obra gráfica de Rini Templeton
El campo estaba, al fin, definido: monarquía contra república; es decir, preservación de la propiedad agraria frente al ascenso de la burguesía que sustentaba algunos principios, sólo principios, semejantes -como los de toda burguesía a la norteamericana. De ahí, sin duda, la obstinada acusación de que se entregaba el país a los Estados Unidos; de aquí el origen del último recurso de los residuos coloniales de la sociedad mexicana: acudir al extranjero para salvar sus bienes. La historia abunda en actos semejantes. Paredes expuso los móviles de la sublevación -fue el primero en disculpado por hacer frente a la amenaza norteamericana- en un manifiesto inefable:
   “... conociendo la flaqueza del gobierno preparaban los revoltosos nuevas convulsiones. Se anunciaban públicamente trastornos que hubiesen puesto en cuestión la propiedad, la seguridad, la vida de los ciudadanos, La revolución social asomaba su cabeza tras la revolución política. Se designaban ya los bienes consagrados al esplendor del culto de nuestros padres y al sostenimiento de sus ministros, como la primera presa del desorden revolucionario. Toda propiedad se amenazaba con esta medida.”(13)
   Y demolió la resistencia nacional. La burguesía terrateniente, en términos generales, era aliada política del clero y el ejército, y como estas dos instituciones, monárquica. La burguesía procedente del comercio, la incipiente industria y el agio, que Otero definió como "la clase productora", apoyaba las reformas sociales moderadas. Gómez Farías, acaso, representó sus intereses desde 1833. 
   La burguesía, en su ascenso histórico, es detenida, temporalmente, en la guerra del 47 y en las tentativas imperialistas de Francia, las cuales culminarían en la guerra de Reforma: guerra civil que se transforma en una guerra extranjera. Para entonces la burguesía tiene un programa social, logrando la defensa popular contra los invasores y sus aliados internos. El pueblo silencioso del 47 sería el de la resistencia prolongada de 1862 a 1867. La generación que exigió la guerra en 1848 dirigiría la oposición armada a los franceses y a los conservadores. El cambio político estaba en relación al cambio social: se habían prometido reformas.
   La Constitución de 1857 era eso mismo: la reforma, aunque moderada, de la sociedad colonial. El Manifiesto de Juárez a la nación (7 de julio de 1859) y sus decretos de Veracruz, dan forma a esa aspiración en la que confluían las demandas populares y los intereses de la "clase productora".
   
El riesgo era el pueblo armado

Obra gráfica de Rini Templeton
Como en todo país dependiente y colonizado, la burguesía liga su destino al de la independencia de la nación. Es una de las condiciones históricas de su existencia como clase. La política de Juárez fortalece a la burguesía, pero es, también, una política de independencia nacional y, por consiguiente, popular. La guerra extranjera favorece la liberación de las clases trabajadoras; por ello, en 1847, la burguesía terrateniente, con el clero y el ejército, procura la transacción con los invasores. La paz les era tan indispensable como a Polk. Un estado de guerra con la participación del pueblo -las guerrillas- habría quebrantado el orden establecido, abriendo el camino de la revolución social, según dijo Paredes y Arrillaga. La paz, por lo contrario, sostendría el mismo estado de cosas; la permanencia de lo que había sido, desde siglos atrás, el país. Otero describió con precisión el estado de ánimo y la apatía de esa clase en la guerra del 47. A ello debe agregarse, afirmó,
   “que el ejército de los Estados Unidos no ha entrado en la República como entraban en otros tiempos los ejércitos en los países conquistados, difundiendo el espanto y la muerte por todas partes, robando o destruyendo las propiedades de sus habitantes, violando a las mujeres, y cometiendo, en fin, toda clase de atentados con el pueblo vencido... el ejército americano, sosteniéndose con sus propios recursos, y pagando a buenos precios cuanto ha necesitado para su subsistencia, ha respetado las propiedades particulares …”(14)
   La generalización de Otero era, sin duda, inexacta. Los bombardeos contra Veracruz y Atlixco, por citar dos ejemplos: uno de ocupación y otro de "castigo", los incendios de las aldeas de Tamaulipas o las condenas a latigazos en la Plaza Mayor de México, descritas por Guillermo Prieto, comprueban que el ejército norteamericano respetó a los propietarios y dio muerte o humilló a los hombres del pueblo. Era el ejército de una clase, la de los comerciantes y los agricultores señalada por Thoreau, que perseguía una conquista territorial y, para lograrla del todo, la complicidad con los propietarios de México. En las palabras de Winfield Scott, publicadas en mayo de 1847, esa política fue definida en términos militares:
   “El ejército de los Estados Unidos -dijo- respeta y respetará siempre la propiedad particular de toda clase, y la propiedad de la Iglesia mexicana; y desgraciado de aquel que así no lo hiciere donde nosotros estamos.” (15)

¿Y quién pagaría la guerra?

Una imagen de lo que era el sistema político de la burguesía terrateniente de México, en Texas, fue descrita por los propios funcionarios. Mier y Terán nada ocultó en sus informes -extensos y luminosos, diría Roa Bárcena- sobre la penosa situación del gobierno provincial: un alcalde ínfimo y menospreciado con otros mexicanos, por una población extranjera organizada para favorecer los propósitos del presidente Jackson:
   “... no hay otra conversación en la frontera -comunicó Terán el 8 de diciembre de 1829- sino que las miras del presidente Jackson para tomarse (a] Texas. Algún origen han de tener estas voces. Y más si se atiende a los deseos de todos los habitantes en no pertenecer a México y odiosidad que nos tienen, la que es tan pública en este pueblo que ya ha causado entre la tropa y vecinos sus disgustos...” (16)
   Para que lo lamentable fuera patético, el testimonio del comandante José de las Piedras es como el punto final de una sucesión de desventuras:
   “... estoy dispuesto -dijo a Ramón Múzquiz el 4 de agosto de 1829ª abandonar este punto [Nacogdoches]. No se me oscurecen las consecuencias funestas que se originan; perecerá Nacogdoches, y Béxar quedará descubierto, ¿ y el responsable? El gobierno; él, que tiene los recursos y los niega; él, que desoye mis clamores; él, a quien está cometida exclusivamente la conservación de la República; él, que parece aletargado, sin ser bastantes a conmoverlo los avisos, que no sólo por mí, sino por el Cónsul de Orleans y otros varios conductos ha recibido de lo que se proyecta para sustraer este Estado a la nación.” (17)
   Para impedir la invasión o la sublevación de los colonos, Mier y Terán disponía, al ser nombrado comandante de los Estados Internos del Oriente, de 440 hombres y 100 caballos; los soldados, en su mayoría, aclimatándose en Ciudad Victoria; muchos de ellos, enfermos. Mier y Terán apremia al gobierno de Anastasio Bustamante por más recursos y hombres. Envía al coronel de ingenieros Constantino Tarnava con una relación precisa del problema y Bustamante dispone que salieran 2 965 hombres, procedentes de los batallones del ejército y de los "cívicos" de los estados de San Luis Potosí, Zacatecas, Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila y Texas. Cada uno de esos estados, además, debía sostener a los hombres requeridos. El importe mensual de la manutención de ellos se calculó en 70 mil pesos, sin contar los gastos de bagaje y las habituales gratificaciones.
   Los estados alegaron no tener dinero; el de Zacatecas, protestó con la ley en la mano. Sólo pudo contarse con los soldados. No se perdió gran cosa, comentaría Mier y Terán, al salir los "cívicos". La comisión de Mier era amplia: en lo militar y lo administrativo. Además, tenía instrucciones para actuar "hasta el extremo de resistir con la fuerza armada". No obstante, todo quedó en la frialdad de los partes oficiales. La forma de administrar Texas se repetiría en todo el país. El desastre de 1836 anticipó el de 1847.

* Tomado de García Cantú, Gastón: Las invasiones Norteamericanas en México. FCE, México, 1996. Pp. 38-43.

(11) José María Luis Mora, Obras Sueltas. Ed. Porrúa, México, 1963, página 53.
(12) Mariano Otero, “Consideraciones sobre la situación política y social de la República Mexicana en el año de 1847". Obras. Recopilación, selección, comentarios y estudio preliminar de Jesús Reyes Heroles. Ed. Porrúa, México, vol. 1, 1967, p. 113.
(13) Manifiesto de Mariano Paredes, en Carlos María de Bustamante, El nuevo Bernal Díaz del Castillo o sea Historia de la invasión de los angloamericanos en México. Secretaría de Educación Pública, México, 1949, p. 102.
(14) Otero, op. cit., pp. 113-114.
(15) "El general en jefe de los ejércitos de los Estados Unidos de América, a la Nación Mexicana". Cuartel general del ejército, Jalapa, 11 de mayo de 1847.
(16) Luis Chávez Orozco, "Historia de la guerra de Texas". Revista del Ejército y la Marina, México, 1927, vol. VI, n. 1, p. 47.
(17) ibid.
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Recomendamos el libro  Mi lucha por la tierra de Reies López Tijerina editado por el  Fondo de Cultura Económica*


Prólogo de Jorge A. Bustamante pp. 14-16.

El proceso histórico de las relaciones entre anglos y chicanos (en el sentido nominal de estos términos) ha tenido como constante un cierto grado de violencia. Después del tratado de Guadalupe Hidalgo se inició una época de despojo de tierras y de persecución de los mexicanos. La reacción de los vencidos no podía ir más allá de la guerrilla de resistencia. En estas guerrillas de un pueblo vencido podría encontrarse el origen de los movimientos de liberación de los pobladores de ascendencia mexicana en los Estados Unidos. Movimientos siempre constantes aunque heterogéneos, desde los primeros años posteriores a la conquista de 1848 hasta los años recientes en que encontramos la lucha de Reies López Tijerina.
   En el contexto de esas guerrillas de resistencia los anglos forjaron la leyenda negra del Mexican bandit. Desde los orígenes del cine de Hollywood hasta las manifestaciones más recientes de la "producción de entretenimiento" en los Estados Unidos, el Mexican bandit aparece estereotipando la antítesis del modelo ideal anglosajón. Cuando se analizan los hechos históricos relacionados con algunos de los llamados bandidos (Joaquín Murrieta, Juan Nepomuceno «Cheno» Cortina, Gregario Cortés, etc.)10 encontramos que la mayor parte de éstos encarnaban en realidad una reacción violenta contra la opresión del anglo. Es decir, una manifestación de rebelión más inteligible dentro del marco teórico desarrollado por Eric Hobsbawn respecto a los bandidos sociales, 11 que dentro del maniqueísmo etnocéntrico del esquema héroe-villano proyectado por el cine de Hollywood.
   Las reacciones de violencia que enmarcaban las relaciones entre chicanos y anglos durante el siglo XIX y principios del XX, particularmente en Texas, se manifestaban con diferentes grados de conciencia política. Desde un grado mínimo de articulación entre la conducta propia y un estado consciente de la opresión, hasta la acción rebelde enmarcada en un plan premeditado de liberación y un programa de gobierno. En el lado mínimo de tal escala encontraríamos quizá a un Elfego Baca12 de Nuevo México, hacia el final del siglo XIX. En el lado máximo de la misma encontraríamos quizá a los firmantes del Plan de San Diego,13 quienes el 6 de enero de 1915 se comprometieron a liberar de la opresión de los anglos a los habitantes de los territorios arrebatados a México, así como a organizar un gobierno provisional que culminaría con una República independiente. La cláusula primera de dicho plan decía lo siguiente: 
   "El día 20 de febrero de 1915 a las dos de la mañana, nos levantaremos en armas en contra del gobierno y nación de los Estados Unidos de Norteamérica, uno como todos y todos como uno, proclamando la libertad de los individuos de la raza negra y su independencia de la tiranía yanqui que nos ha mantenido a ellos y a nosotros; y al mismo tiempo y de la misma manera proclamaremos la independencia y segregación de los estados fronterizos con la nación mexicana, que son: Texas, Nuevo México, Arizona, Colorado y la Alta California, estados que le fueron robados a la República de México con la mayor de las perfidias por el imperialismo norteamericano." 14 (…)
   La documentación referente a la opresión de los anglos sobre la población de ascendencia mexicana en Texas ha sido abundante. Desde la original investigación antropológica del doctor Américo Paredes16  hasta la ortodoxa documentación histórica y penetrante interpretación política del doctor Juan Gómez-Quiñones, cuyos análisis de la historia de las luchas obreras de los chicanos17 han dado lugar a una corriente de investigación seguida por otros historiadores chicanos con aportaciones muy significativas.18  La documentación de la opresión de los anglos sobre los chicanos en Texas no ha sido producida sólo por los últimos aunque sí predominantemente.
   Entre las investigaciones de los anglos, destacan las del doctor Paul Taylor19 quien entre muchas otras obras de investigación en el área de las relaciones laborales interétnicas, escribió un elocuente informe de las condiciones de dominación a que estaban sujetos los habitantes de ascendencia mexicana del condado de Nueces, en el Estado de Texas, a principios de la tercera década de este siglo, época que coincide con los primeros años de Reies López Tijerina informe que se refiere precisamente a la región de su origen.

(10) Pedro Castillo y Alberto Camarillo, Furia y muerte: los bandidos chicanos, Monograph núm. 4, Los Angeles, Chicano Studies Center, 1973.
(11) Eric J. Hobsbawn, Bandits, London, Penguin Books, 1972.
(12) Jack Schaefer, Heroes Without a Glory, Some Goodmen of the Old West, Baston, Houghton-Mifflin, 1965, pp. 287-323.
(13) Juan Gómez-Quiñones, "Plan de San Diego Reviewed", en: A. Calver y G. L. Seligman, Chicano: The Evolution of a People, Minneapolis, Winston Press, 1973, pp. 123-127.
(14) Gómez-Quiñones, Op. cit., p. 126.
(16) Américo Paredes, With the Pistol in his Hands, Austin, University of Texas Press, 1958.
(17) Juan Gómez-Quiñones, "The First Steps: Chicano Labor Conflict and
Organizing, 1900-1920", Aztlan: Chicano Joumal of the Social Sciences and the Arts, vol. III, núm. 1, Spring, 1972, pp. 13-49.
(18) Luis Leobardo Arroyo, "Notes on Past, Present and Future Directions of Chicano Labor Studies", Aztlan; International ¡oumal of Chicano Studies Research, vol. 6, núm. 2, Los Angeles: Chicano Studies Center, 1975, pp. 137-150; en el mismo número de Mtlan: Emilio Zamora, "Chicano Socialist Labor Activity in Texas, 1900-1920", pp. 221-238; Victor B. Nelson, "La clase trabajadora en Tejas, 1920-1940", pp. 239-266.
(19) Paul S. Taylor, An American-Mexican Frontier: Nueces County, Texas, Chapel Hill, University of North Carolina, 1934.
* López Tijerina, Reies, Mi lucha por la tierra. FCE, México, 1978. 
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Amplia recomendación del libro Somos parte de la Tierra editado por el Insituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Somos parte de la Tierra es una compilación de documentos que ilustran significativamente la historia de los indios estadounidenses entre 1607 y 1900. La selección de los documentos así como la  introducción fue realizada por Samantha Álvarez Macotela y Ana Rosa Suárez Argüello.  Aquí uno de los capítulos incluídos:


Peter Fontaine: Una Defensa del mestizaje (1757)*

Solo dejaré entrever algo que debimos haber hecho y que no hicimos al establecer nuestra  primera colonia entre ellos, y que desde hace mucho debimos haber aprendido de la práctica de nuestros enemigos, los franceses.
   Estoy convencido de que no hemos infringido el cumplimiento de los tratados, pero como hemos obtenido el territorio por concesión y no por conquista, debimos habernos casado con ellos, lo que nos hubiera unido realmente a ellos, y debimos haber hecho de ellos fieles amigos; lo que es todavía de mayor importancia, debimos haber hecho de muchos de ellos, buenos cristianos. Pero a esto nuestros hábiles políticos en la madre patria pusieron un alto obligatorio al comienzo de nuestra instalación aquí, pues cuando ellos se enteraron del casamiento de Rolfe con Pocahontas, se deliberó en el Consejo si él no había cometido alta traición al hacerlo; es decir, al casarse con una princesa india. De no haber interferido ciertos problemas que detuvieron la investigación, el pobre hombre hubiera sido ahorcado por hacer lo más natural, justo, generoso y atinado que se haya hecho jamás de este lado del océano.
   Esto puso alto obligatorio después, a todo casamiento entre los indios y nosotros. Nuestros comerciantes con los indios sí tienen sus muchachas, alias prostitutas, en los poblados indios donde hacen sus negocios, pero dejan a su descendencia a la ventura, en manos sólo de sus madres, como si fueran toros o cerdos. Como era de esperarse, muchos de estos bastardos han sido los cabecillas o capitanes de guerra que nos han causado muchos males. Este tratamiento injusto fue suficiente para crear celos en el corazón de los hombres sencillos e hizo que los indios nos vieran como falsos y fraudulentos amigos, causando que todos nuestros esfuerzos por convertirlos no tuvieran efecto.
   Ahora, si en lugar de la costumbre abominable de tomar mujeres negras, que ha contaminado la sangre de muchos de los nuestros, hubiéramos comenzado por tomar esposas indias, a ellas les hubiera significado cierta compensación por sus tierras. Constituyen un pueblo libre y sus descendientes no hubieran nacido bajo el estigma de la esclavitud.  Nos hubiéramos convertido en herederos con derecho a sus tierras y no habríamos manchado nuestra sangre, pues los niños al nacer son tan blancos como los españoles o los portugueses; y si no fuera por la costumbre de andar desnudos durante todo el verano y untarse grasa de oso y otras cosas en el cuerpo, ellos continuarían siendo blancos. Y si hubiéramos pensado en que estaba bien aceptarlas a ellas como nuestras esposas, hubieran adoptado nuestras costumbres de usar ropa todo el año. Y haciéndoles justicia a estas pobres gentes, paganas, ciegas a la luz, hubiéramos introducido la Cristiandad entre ellas.

* Moyano y Velase o, EUA, t. 4, pp. 60-61.
“Somos parte de la tierra”; Documentos para ilustrar la historia de los indios estadounidenses entre 1607 y 1900. Selección e introducción de Samantha Álvarez Macotela y Ana Rosa Suarez Arguello. Edición del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, 2001. Pág.67-68.
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